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Bienvenido Estás en Mis Viajes 2002-2004

actualizado en Septiembre 2011

He aquí mi primer viaje a conocer algo sobre los libros que leo sobre brujas. Mi primer destino elegido de todo el País Vasco fue Navarra. A lo largo de este tiempo he leído mucho sobre ellas y tengo que decir que son fascinantes pero a la misma vez son aterradoras por las miles de fechorías que hacen, solo para complacer al cabrón (el Diablo). Fui a varios pueblos aquí lo explico.

Este viaje lo realice el 25/08/02

Asteasu

En 1974, escribía el entonces párroco de esta villa, Hipólito Usubiaga, y que no es otra cosa que lo que sigue: “Estos mismos días he sostenido el siguiente dialogo con un aldeana que habita en un caserío muy aislado. ¿Qué tal vivís en ese caserío sin más compañía que los familiares? ¡no se crea! Me contestó.. ¡No estamos solos! Aquí asoman a veces las fatídicas sorgiñak que merodean al anochecer. Anoche mismo, ¡menuda zarabanda se traían! ¿Pero tu viste alguna? ¡No! Pero al bajar por ese cerro, donde se reunieron en multuoso akelarre, se apreciaba un olor intenso a mejunjes y aceites a los que son tan aficionadas”. Fui a la iglesia a buscar a Don Hipólito Usubiaga y después de dos horas en la puerta por que había un horario de visitas, el párroco que había me dijo que hacia 2 años había muerto.

           

Casa Jaulegi                                   Iglesia parroquial

 

Berastegui: Una mujer de la antigua casa Jaulegi, se convirtió en bruja por haber dado tres vueltas a la iglesia parroquial.

También cuentan que al dueño del caserío Goienetxe, le pasaban las brujas de una orilla a otra del río, a la altura del pozo de Maribiri y, que, cierta joven bruja de este pueblo, mató a seis recién nacidos  trasformada en mosca, antes de que el curo la matara a ella, echándole la estola por encima.

 

Este río esta al lado del caserío Goienetxe aquí las brujas lavaban sus ropas.

 

Asteasu: Allí, se cuenta que un hombre del caserío Elorrieta que esta junto a la iglesia parroquial, y que no creía en brujas, cierta noche cuando se dirigía a su casa, le salieron las brujas al paso y le dieron un buen susto. Asegura la memoria popular que el número de sorgiñak era de mil quinientas. Este caserío lo habitaban las brujas hace más de 300 años.

 

 

En este caserío vivían las brujas hace 400 años. Hable con las dueña del caserío y me contó que hace unos 300 años este caserío ha pertenecido a la familia de su marido ya fallecido, fue pasando de unos a otros hasta que les toco a ellos. La mujer no sabía nada de que allí hace tanto tiempo estaban las brujas, se quedo muy sorprendida cuando se lo conté.

La mujer fue muy amable conmigo me dejo entrar en su casa me regalo manzanas y me dejo sacar una foto a un cuadro que es del caserío. La verdad que era precioso tanto por fuera como por dentro.

 

 

 

CUEVAS DE ZUGARRAMURDI

He aquí mi segundo viaje 13/08/03 para seguir conociendo un poco más este fascinante mundo de las brujas, la brujería, etc...

En todo el País Vasco hay miles de destinos maravillosos en los q adentrarse y yo como segundo destino volví a elegir Navarra. Navarra es una maravilla como todo el territorio del País Vasco, lleno de montes, colinas, ese verde tan especial que le caracteriza.

El País Vasco te embruja, todas sus leyendas, su mitología, esos caseríos preciosos, es algo espectacular.

Sin mas preámbulos, esta vez me dirigí a Zugarramurdi, es un pueblo muy bonito, tranquilo, con caseríos muy antiguos y lleno de ganado, huele a vacas a monte a verde... Está al norte de Navarra justo con la frontera de Francia. Y lo elegí por varias razones.

1) Por las cuevas de Zugarramurdi

2) Por las cuevas de Sara

3) Por las cuevas de urdax-ikarburu

4) Para poder buscar el monte akelarre o monte perdido

 

 

Las cuevas de Zugarramurdi son preciosas, dignas de ser visitadas ya que tienen mucha belleza. Las brujas vivieron allí hace 400 años, cuevas que ahora nosotros visitamos.

En ellas se practicaban akelarres, las brujas volaban en sus escobas hasta allí para practicar orgías con el cabrón, por que akelarre significa prado del cabrón. Sus extensos prados invitan a imaginar tal desenfreno.

El día 15 de agosto se celebra un festival dentro de las cuevas y el día 18, tercer día de las fiestas se celebra el día grande, una comida popular llamada "ziriko-jatea" cordero asado. Son miles las personas que allí se acercan para celebrar con las gentes del lugar sus fiestas, llenas de simbología, como el lugar. 

Cuando hablamos de Zugarramurdi hablamos de inquisición, de muertes injustas “bajo mi criterio”.

Este es el tablón anunciador que hay en la entrada del recinto, en el figuran los nombres de las 42 mujeres que fueron condenadas en el auto de fe de 1612. Figura el nombre, edad, grado de participación en los akelarres y la sentencia condenatoria.

Sus edades comprendían desde los apenas 20 años hasta los 80 en algunas mujeres. Las apresaron y las llevaron a Logroño, al Tribunal de la Santa Inquisición, que dictaminó que había que quemar en la hoguera a doce de ellas. Las acusaciones eran: provocaron tempestades, practicaron necrofagia, vampirismo, a las otras las pusieron penas menores.

El estado civil de estas personas era de 6 solteros, 5 viudos, 14 casados, y los 5 últimos no se sabía.

Muchos de ellos eran pastores, cedaceros, carboneros, herreros, molineros, una criada, una anciana que hacia de hospitalera en el Monasterio de Urdax, un fraile y un sacerdote.

Otros de los acusados eran familiares entre ellos, mas concretamente 18 personas tenían algún pariente entre el grupo.

19 de ellos eran de Zugarramurdi, 12 de Urdax ,5 de Etxalar, 1 de Renteria, 2 uno murió y de Vera 2.

Al finalizar el proceso solo sobreviven 12 de las 31 personas: 6 en hoguera, 13 por enfermedad.

Una barbarie

Antes de llegar a las cuevas de Zugarramurdi encontré un monte muy bonito y solitario en una de las carreteras por las que accedes al pueblo de Zugarramurdi. Esta solo en medio de una llanura.

 

 

 

Justo al lado de lo que explicado hay una piedra muy bonita con nombres inscritos de los pueblos que te vas a encontrar tales como: Zugarramurdi-Urdazubi-Sara.Ainhoa.

 

 

 

 

 

Por la carretera que va hasta la entrada de las cuevas de Zugarramurdi, encuentras unos caseríos muy especiales donde la gente del pueblo se dedica a crear cosas, brujas de arcilla, manualidades diversas, artesanía relacionada con las brujas, etc...

 

Según entras hay un chiringuito donde se vende la entrada, puedes comprar de todo, desde libros sobre brujería, brujas, libros de la inquisición de Zugarramurdi, hasta llaveros, mecheros, pegatinas y demás cosas. En la pared hay un tablón con el auto de fe de 1610, las 31 sentencias, la fecha de detención, grado en el akelarre, la sentencia de muerte, etc. Puedes comprar el auto de fe o un libro muy majo donde te explican todo sobre Zugarramurdi y también viene el auto de fe, muy completo. En la foto no se aprecia bien, es muy difícil ya que si no usas flash se ve oscuro por que la estancia no tiene mucha luz y si lo usas, sale el reflejo.

 

 Al adentrarte encuentras un paraje maravilloso, lleno de árboles y unas escaleras con una barandilla de madera, Al bajar encuentras a la derecha la cueva grande y de frente un riachuelo con un pequeño puente de madera llamado

"infernuko erreka", puente del infierno, el que usaban las brujas para dirigirse de una cueva a a otra. Por su interior fluye un río que recorre los 120 metros que mide de larga, por 12 de ancha y 11 de alta. Al lado encontramos dos hornos de cal, construidos en el siglo XVIII, al ser tiempos de hambruna, se dieron cuenta que la cal aceleraba sus cosechas. Aquí encontramos un camino que nos lleva  a la cueva pequeña o "Leze txikia" en la parte superior.

 

 

 

 

En la cueva grande se realizan conciertos de música celta y cuando fuimos estaban a punto de empezar las fiestas de Zugarramurdi q son el día 15 de agosto y el día grande es el 18 como antes he citado.

Según vas bajando encuentras una cueva que la llaman cueva pequeña pero bueno de pequeña no tiene nada. Es una cueva preciosa. Además encuentras también este cartel donde te explican un poco los akelarres y demás cosas sobre la cueva aquí casi no se aprecia pero es muy interesante.

 

 

 

Tiene una especie de ventana,  es muy alta la cueva, las paredes son de piedra, en colores gris y ocres.

 

 

 

Después hay una subida bastante grande y muy estrecha, podemos encontrar árboles muy diversos y yo encontré uno muy especial que aquí podéis ver.

Cuando subes arriba del todo hay un gran mirador donde hay una mesa de mármol donde están inscritos todos los montes de los alrededores.

En lo alto de la cueva grande arriba de ella hay otra cueva también espectacular, desde donde puedes visualizar muchos puntos, uno de ellos es que puedes ver desde arriba la cueva mas grande de todas ellas.

* Te recomiendo que no pierdas la oportunidad de visitarlas. Merece la pena.

 

 

 AHORA PASAMOS A LAS CUEVAS DE URDAX.

 

     CUEVAS URDAX

 

 

 

Al lado de Zugarramurdi en el barrio de Loerlas, de Urdazubi/urdax, se encuentran las cuevas de Ikarburu o de Urdax, descubiertas en 1808 por un pastor. Los estudios realizados, las fechan 14.000 años a. De C. Y se considera q hace 6.000 años pudieron estar habitadas por el hombre. Según cuenta la leyenda, en las cuevas vivían las lamías, seres mitad mujer mitad pez o cualquier otro animal.

El agua a excavado en la roca diversas galerías intercomunicadas cubiertas por estalactitas y estalagmitas, que ocupan una superficie total de 1850 metros cuadrados. La erosión ha dado lugar a bonitas formas en la entrada de las cuevas, en la Sala de los Tres Reyes y en la Sala de las Columnas.

De aquí no tengo mas fotos no se podían hacer.

Bueno otra de las razones por la q venir a este sitio fueron las cuevas de Sara, pero un contratiempo nos hizo dar la vuelta.

Fuí a buscar fue un monte, el monte akelarre, q esta entre las villas de Zugarramurdi y Etxalar, “territorio montañoso y cubierto de bosques, cruzado de riachuelos, y cortado por los frondosos y estrechísimos valles. El monte se alza aislado y sombrío, rodeado de jarales y cercado de peñascos y torrentes.

La posición de la montaña y su figura cónica, han llamado la atención de algunos geólogos q han visitado aquellas asperezas; y en efecto, no deja de ser curioso q al paso de las demás montañas, ramales más o menos considerables del pirineo, se unen entre sí por gargantas q forman ondulaciones llenas de accidentes unas veces, de suave y siempre verde pendiente otras, pero cuyas cumbres son planas o redondas, Akelarre se separe bruscamente de la condición general de aquellas montañas, para formar parte por sí sola una excepción entre las demás.

Diríase q Ariel, genio tutelar de los vascongados, extendió un día su potente brazo, y arrancando de su asiento a la singular montaña, fue a colocarla lejos de sus compañeras para q no se contaminasen al contacto con el monte maldito. Porque, en efecto, Akelarre es una montaña maldita.

El color de las jaras q cubren los inmensos costados. No es el verde q tanto recrea la vista y con el cual se engalana el lozano roble. No es tampoco el color plateado del álamo blanco. Mucho menos aún el brillante verde claro con vueltas de blanco mate de la robusta haya. Tampoco se parece al de q se cubren los guindos, perales o avellanos silvestres, con sus blancas y perfumadas flores, en cuyo cáliz brilla como diamante puro una gota de diáfano rocío... El color de los jarales del Akelarre, tétrico, lúgubre y sombrío, se asemeja al del gigantesco pino de Lituania, o al del ciprés q crece en hendiduras de las pedregosas colinas de la Arabia Petrea.

Y, ¿por q este contraste tan chocante? ¿por qué este tétrico fantasma en medio de una naturaleza tan galana? Por q todo lo q este en contacto con el genio del mal  lleva en sí el sello de reprobación, sustituyendo a sus anteriores bellezas, formas asquerosas y repugnantes.

Y el Akelarre se encuentra en este caso.

Su cúspide es frecuentada por el príncipe de las tinieblas, y en las sinuosidades de la montaña, repiten los ecos de las cántigas sacrílegas q se entonan en loor suyo. Muchos son los q las han oído, aterrados, en medio del imposible silencio de la noche. Algunos hay q han visto elevarse columnas de humo negro y de un olor nauseabundo desde la meseta de la montaña maldita y han conjeturado, con razón, q aquel humo era producido por los holocaustos  ofrecidos al genio del mal, en misteriosos sacrificios, por sus sacrilegios adoradores.

¿pero quienes eran estos?

 El sencillo montañés se encogía de hombros al hacerle estas preguntas y se contentaba con responder “estaquit” no se.

De repente se esparció un rumor, q corriendo de boca en boca, se hizo general muy pronto; este rumor era un acontecimiento notable; era nada menos q el descubrimiento q había hecho un niño de lo q sucedía en al cumbre maldita.

He aquí como se verificó aquel descubrimiento, según dice la tradición.”

Estas estrofas, están sacadas de un libro llamado “leyendas Vascongadas” de José María de Goizueta. En el libro, este escritor cuenta una leyenda que a mi me dejo totalmente sorprendida:

 

 

             “La Leyenda de Izar y Lañoa”

 Texto extraído del libro Leyendas Vascongadas de José María de Goizueta

Izar y Lañoa eran dos niños huérfanos, de siete años Izar y  de nueve Lañoa.

Estos pobres muchachos, verdaderos bardos errantes, vagaban por aquellas montañas y ganaban su sustento cantando baladas y aires nacionales con sus voces infantiles, en cambio de un lecho de paja y de una olla de legumbres. En toda la comarca eran conocidos y estimados, tanto por su cruel abandono, tanto por lo agraciado de su figura. Hacíase, sin embargo una distinción entre ambos.

Izar, el mas pequeño, era blanco como la leche, y sus largos cabellos, q caían rizados sobre sus hombros y espaldas, rubio como la cabellera de una mazorca de maíz, el azul del celo de sus ojos purísimo, su mirada dulce y suplicatoria, tenía la fuerza irresistible de toda mirada de niño cuando pide alguna cosa. De entre sus labios, encarnados como la flor del granado silvestre. Se escapaba continuamente una sonrisa tan suave como el soplo leve de la brisa expirante, y al contraerse sus labios, se formaban en las sonrosadas mejillas dos graciosos hoyuelos.

Izar era el más paciente de los dos hermanos, el mas humilde, era el mas hermoso, su voz la mas pura y por consiguiente, era el predilecto de aquellos sencillos habitantes.

Lañoa, aunque tan hermoso como su hermano, estaba dotado de otra belleza. Su talla era mas esbelta, sus miembros mas fornidos, la mirada q lanzaban sus ojos negros era altanera, a veces arrogante y audaz. El modo en que fruncía el labio superior, revelábase su carácter altivo y colérico; sus cabellos eran negros como es viso azulado q se observa en la pluma de cuervo; sus luengas pestañas mitigaban algún tanto el fuego de su mirada de águila. Por lo demás, Lañoa era bueno, amaba a su hermano pequeño, aunque a veces lo trataba con bastante aspereza.

En uno de los tristes y nebulosos días del mes de noviembre, encaminándose los dos hermanos hacia Aranaz, atravesando penosamente las montañas cubiertas de niebla en su base y de nieve en la cima.

Izar se había cansado mucho en aquella caminata, y el pobrecito le faltaba valor para implorar auxilio de su hermano. Lañoa, por su parte, no estaba dispuesto a brindárselo, aunque en el fondo de su corazón deseaba q su hermano lo pidiera para podérselo dar, sin menoscabo de orgullo.

-       el pobre se cansa-decía entre sí-, pero no quiere humillarse solicitando mi ayuda. No, pues si espera a q yo se la ofrezca…

Y murmurando así, alargaba el paso haciendo de este modo aumentarse la distancia q ya lo separaba de Izar. Este procuraba alcanzarlo y hacía esfuerzo sobre humanos por conseguirlo; pero sus delicados pies ya no le podían sostener, y a duras penas lograba mantenerse al alcance de la voz.

De pronto, una bocanada de viento empujó masas compactas de niebla húmeda y pesada hacia el barranco por donde caminaban ambos hermanos, y Lañoa se voy obligado a suspender la marcha rápida q seguía.

Al poco tiempo Izar se encontraba a su lado.

-que hacemos ahora?-preguntó con timidez.

-tu harás lo q quieras, perezoso –contestó Lañoa bruscamente-; lo q es yo, voy a proseguir la marcha apenas se disipe un poco la niebla.

-bien, hermano –repuso Izar con dulzura-,pero entretanto se disipa, siéntate a mi lado y cúbrete con este capucha; estas sudando a mares.

-eso de resguardarse del viento no conviene más q a mujeres y niños perezosos como tú; en cuanto a mi, yo soy hombre y no me asusta el frío.

Y diciendo esto, se descubrió la cabeza y expuso su hermosa cabellera empapada en sudor al soplo helado del viento norte.

-¿Qué haces hermano? –exclamo Izar levantándose del peñasco en q estaba reposando, y cubriendo con su montera la cabeza de Lañoa-.¡OH!, permíteme q te guarezca del frío- prosiguió con solicitud-; ya sé q eres más fuerte q yo, pero por lo mismo debes cuidarte más para poderme ayudar a mi, q soy tan débil.

-Quita allá- comentó Lañoa, empujando a su hermano q cayó de espaldas al suelo. Luego emprendió resueltamente la marcha, con la cabeza desnuda, por entre la espesa y fría niebla.

Izar, nada dijo, ni siquiera lanzó el más pequeño quejido al recibir un golpe en la cabeza, q chocó al caer con una piedra. Levantándose para renovar su obra de abnegación y caridad, y vio con profundísimo dolor q su hermano había desaparecido.

Corrió llamándole a gritos por todas direcciones, pero la niebla era tan densa q no consiguió encontrarlo. Entonces desesperado, abrumado de cansancio y transido de frío, dirigió el pobre niño la vista a su derredor, y a muy poca distancia del sitio en q se encontraba, descubrió un árbol gigantesco, cuyo tronco estaba hueco.

La noche entre tanto, avanzaba con rapidez, cubriendo con su negro manto aquellos solitarios parajes. La niebla, más y más impregnada de húmedas, fue haciéndose pesada; y en vez de volar con desusado ímpetu como el resto del día, se estacionó, adhiriéndose a las ramas de los árboles, y cubriendo, como las aguas en una avenida, todos los terrenos bajos.

Desde el hueco del árbol donde se había guarecido nuestro joven héroe, veía un  dilatadísimo espacio cubierto de blanca niebla, inmóvil en algunos parajes como el agua en las profundas bahías, bulliciosa y turbulenta en otros, como las olas del mar q se rompen en los promontorios.

En medio de aquel océano de nieblas, descubríase aquí y allí algunos puntos negros como otras tantas islas sombrías, q no eran otra cosa q las cúspides de las montañas.

El silencio era profundo y la oscuridad crecía por instantes.

Solo allá a lo lejos se divisaba una línea amarillenta, precursora de la salida de la luna, q en aquella época de año es de un brillo dudoso, sobre todo en una atmósfera tan impregnada de vapores.

Izar comprendió, por lo q tenia a la vista, q se encontraba en la cima de una montaña, y saliendo de su alberge salió de sus inmediaciones.

El árbol protector ocupaba el centro de una pradera circular, rodeada por todas partes de arbustos y matorrales tan espesos, q no se descubría rastro alguno de camino q indicase la comunicación de la cumbre del monte con su base.

¿Cómo llegó allí el niño extraviado? Lo ignoraba. Viéndose solo y hambriento, desconociendo completamente el sitio donde se hallaba, lloró lleno de angustia y temor, y no encontrando nada mejor q hacer, volvió al hueco del árbol decidido a pasar la noche bajo su hospitalario ramaje. Encomendó fervorosamente su alma a Dios, pensó tristemente en su madre, q lo amo con ternura y rogó al se Omnipotente librarse de todo riesgo a su hermano mayor. Hecho esto, se acomodó lo mejor q pudo en su escondite, y el sueño de la inocencia cerró sus párpados paulatinamente.

En el mismo instante q ponía su cuerpo y alma bajo la salvaguardia de Dios lleno de bondad, rasgase el firmamento, y un ángel hermoso como son todos los Ángeles, bajó con rápido vuelo a ponerse en las ramas del árbol. Extendió enseguida sus blancas alas, y veló solícito y vigilante el sueño del inocente niño.

Largo rato hacia que Izar gozaba de el, cuando se despertó, despavorido, merced a un ruido incesante y extraño q llenaba el espacio. Asomó cautelosamente la cabeza por la hendidura del tronco, y un espectáculo incomprensible para él, se presento a su atónita vista.

La luna, suspendida sobre la pradera lanzaba rayos de luz pálida, q suministraban un calor fúnebre y siniestro a todos los objetos. Fuera de la penumbra, y en todo el dilatado espacio horizonte, las tintas iban siendo gradualmente más sombrías, pasando del pardo claro al negro más marcado.

De los cuatro puntos cardinales del horizonte, destacábase cuatro larguísimas hileras de fantásticas sombras, q con infernal batahola y rapidez espantosas se dirigían a encontrarse en un punto concéntrico. Este punto era precisamente el prado circular ya descrito. Pintar aquí las extrañas cabalgaduras sobre q venían montadas las sobras en cuestión, es obra superior a las fuerzas.

Cuál apretaba con sus descarnadas rodillas el esqueleto de un Mammoth de descomunales proporcione; cuál, montaba sobre un horrible monstruo búho; aquella, hendía los aires cabalgando sobre el mango de una escoba; ésta, sobre una larga sierpe alada, de ojos brillantes y de alas desmesuradas. Y todas eran sombras, asidas unas a otras, formaban una cadena inconmensurable.

Reuniéndose al fin a cien pies de altura del suelo, y allí se saludaron con frenéticos alaridos, con metálicas y estridentes carcajadas, con gritos chillones y aullidos espantosos. Después empezaron un vuelo circular en confuso tropel, y poco a poco fueron bajando a la pradera. El asombro y terror de Izar fueron indecibles al observar q todas aquellas sombras eran otros tantos cuerpos de mujeres decrépitas. Sus semblantes, tiznados y rugosos, causaban nauseas, al paso q su desnudez completa repujaba a la vista sobre toda ponderación. Sus pechos lacios, sucios y colgantes; sus cortos y desmelenados cabellos; sus miembros descarnados causaban pavor. Éste creció de todo punto en el corazón del pobre niño, testigo forzoso de aquella extraordinaria reunión, cuando vio q todas aquellas mujeres se disponían a ejecutar alguna danza satánica, dándose las manos formando un ancho circulo en derredor del árbol q le cobijaba. Lo más extraño era q aquella inmensa multitud cabía cómodamente en la pradera, sin q para eso se aumentasen sus proporciones, ni disminuyese en lo mas mínimo su volumen de los cuerpos allí presentes.

La danza no se hizo esperar mucho tiempo, según lo temía Izar. Empezó primero con movimientos lentos, acompasados, sosteniéndose todas uniformemente, ya sobre un pie, ya sobre otro. Poco a poco fueron siendo más violentos los saltos, más rápidas las vueltas, hasta q al al fin, aquel baile sin nombre se convirtió en un torbellino q causaba vértigos por la rapidez con q giraba. Saltos, gritos, tumbos, contorsiones, vueltas, todo era sobrenatural, todo horrible a la vista, todo confuso al oído, todo incomprensible…

El pobre Izar no pudo soportar por más tiempo aquel espectáculo y se desmayo.

Cuando volvió en si, la luna había desaparecido. La noche estaba oscurísima, y un silencio sepulcral reinaba en la pradera.

Asomó de nuevo la cabeza creyendo q habrían desaparecido las diabólicas  mujeres q tanto lo habían asustado; pero vio con nuevo terror q todavía ocupaban el mismo sitio, aunque de otro modo más extraño si cabe.

Hallábanse todas en circulo y en cuclillas alrededor de un trono de ébano, sobre el cual se veía, grave y reposadamente sentado, un enorme cabrón. Del trono de ébano salían algunas ráfagas de luz amarilla, único resplandor q iluminaba la escena.

Las viejas iban acercándose una por una al trono y besaban respetuosamente la hendida pezuña del macho cabrío. Después, cuando todas hubieron concluido aquella larga ceremonia, el cabrón meneo la cabeza, y cada una de las asistentes empezó una relación de sus fechorías.

Izar, horrorizado al escuchar aquellas narraciones de asesinatos a sangre fría, de mutilaciones de niños, de profanaciones de cementerios, estaba próximo a desmayarse de nuevo, cuando oyó una voz dulcísima, q bajando las ramas del árbol pronunciaba su nombre.

Admirado de este suceso, alzó la vista y descubrió entre el ramaje un mancebo de celestial hermosura q le miraba amorosamente.

-Escucha y nada temas- le dijo el mancebo-, yo velo por ti. En aquel instante, la última sorguiña o bruja empezaba su relación.

Izar prestó un oído atento y oyó lo q sigue:

-Todas mis hermanas-decía la bruja con voz chillona, han obedecido tus mandatos, no ha habido ninguna q no te haya deparado víctimas, soberano y señor nuestro, pero las desafío a q hagan lo q yo.

-Habla hija mía- murmuro el cabrón-; ya se q eres mi mas celosa adoradora.

-Ya sabes señor mío-, prosiguió la bruja, q el gran duque reinante de F… y su esposa son cristianos celosos, devotos de esa q llaman Madre de Dios; también sabes q no tienen más q una hija hermosa como un sol, y a la cual aman con ternura sin igual. ¡Que gloria para mi hacer morir poco a poco, lentamente, esa hermosa criatura; el secar paulatinamente esa flor en toda su lozanía, infiltrando la desesperación en el corazón de sus padres, para entregarlos así dispuestos a tus poderosas tentaciones¡ ¿No sería un golpe maestro matarla al cabo de dos o tres meses de padecimiento? ¿Cuánto os costaría, señor mío, impulsar a sus padres, en tal caso, al suicidio?

Una mueca horrible, q sin duda debió ser una sonrisa de satisfacción, se dibujo en el semblante del cabrón, y sus ojos brillaron de una manera imposible de describir.

-Si tal haces- contesto el demonio-, serías la predilecta de mis hijas.

-Pues dame tus albricias, señor mío, pues ya hace ocho días q la princesa padece, sin q nadie atine la causa de su mal y mucho menos los médicos de sanarla.

-¿Y no temes q alguno lo descubra?

-No. El encanto consiste en un enorme sapo q está oculto bajo una estatua caída y abandonada hace tiempo en un rincón del jardín del gran duque. Mientras el sapo no se aplastado, la enfermedad seguirá su curso y la princesa morirá.

-Me complazco de ello, Bazzoti, y deseo tener noticias repetidas y exactas de lo q suceda. Yo os doy gracias por vuestros trabajos-prosiguió el genio del mal-, y os cito para el sábado próximo.

Dicho esto, meneó el diablo la cabeza, oyese una espantosa detonación y el trono desapareció con el q lo ocupa.

Todo quedó entonces sepultado en completa oscuridad.

Al poco rato oyó Izar el vuelo de las brujas q se remontaban por los aires, y al débil resplandor del crepúsculo matutino, divisó las fantásticas hileras de sombras q se dirigían silenciosas al punto del horizonte de donde habían venido, desapareciendo poco a poco tras una masa de nubes negras.

Dirigió entonces la vista a las ramas del árbol y vio al mancebo, q diciéndole:

-Cumple ahora tu misión como yo he cumplido con la mía-extendió sus alas y remontó al firmamento, dejando tras de sí una ráfaga de brillante luz y un aromo celestial q confortó los miembros entumecidos del niño e infundió valor a su corazón.

 

Un mes habría trascurrido desde q Izar había presenciado el conventículo. Lleno de fe en las palabras del Ángel, marchaba a ejercer un acto de caridad q tan en armonía estaba con su corazón sensible. Decidido arrastrar todos los obstáculos q podrían oponérsele, caminaba de noche y de día hacia Italia, en uno de cuyos pequeños estados dictaba sus leyes el gran Duque de F…

¿Cómo pudo atravesar el adolescente naciones enteras sin ningún género de recursos, sin conocer el idioma q en ellas se hablaba?

La tradición nada dice tocante a este punto. Lo q si asegura en el país vascongado, es q llegó a su destino y al umbral del palacio del gran Duque reinante. Difícil hubiera sido a nuestro joven aventurero acercarse a aquel personaje, si la duquesa, q volvía de un templo vecino, en donde había rogado a Dios por la salud de su hija, no entrara en aquel instante a palacio.

Cuando vio a Izar, acercándose a el creyendo fuese un mendigo, y dándole una moneda de plata, le dijo:

-Toma esta moneda, pobre niño, y pide al Señor q sane a mi hija. Las súplicas de un inocente obtendrán quizá de Dios lo q a nosotros nos niega.

-Es vuestra hija la q esta enferma? -Preguntó izar con dulzura.

-Si, mi hija querida.

-Pues yo la curaré.

-Tu! –exclamó la duquesa admirada-.¡Pobre niño! ¿Ignoras acaso q los mejores médicos mas famosos han desesperado de su curación?

-Lo ignoro, en efecto; pero lo q se es q vengo expresamente a curarla, y q la sanaré.

La duquesa muda de asombro, miro atentamente a Izar, q en pie y en medio de un brillante circulo de cortesanos, se mantenía en actitud modesta y con su graciosa cabeza descubierta. Numerosos rizos se derramaban por sus hombros. Revelaba tal candor su limpia mirada, era tan dulce su sonrisa, q la gran señora, después de consultar con la vista a sus cortesanos, y viendo en sus semblantes señales de asentimiento tácito, subió la suntuosa escalera del palacio conduciendo a Izar de la mano.

Mientras sucedía este acontecimiento extraño en las puertas del alcázar, el duque se hallaba sentado junto al lecho de la enferma.

Tendría unos ocho años. Sus grandes y rasgados ojos habían perdido ya el brillo y viveza q formaba el encanto de sus padres, e iban sepultándose en la profundidad de sus órbitas. Un ancho círculo morado se veía trazado en derredor de los párpados y la palidez mate del delicado rostro, hacía prever el próximo fin de tan temprana flor. Los labios resecos habían perdido su brillante colorido.

Penoso era aquel espectáculo. Nada mas doloroso q el dolor de un padre presenciando la lenta agonía de un hijo querido. Dolor mudo si, pero profundo. Dolor q por falta de desahogo causa más estragos. Por q un padre, además de de sofocar el suyo, tiene q aliviar otro dolor, el de la madre.

En este instante se abrió la puerta del aposento y se presento la duquesa conduciendo a Izar y seguida de un sin número de cortesanos atraídos por la novedad y deseosos de presenciar la escena q se preparaba.

Izar no manifestó el menor asombro al encontrarse súbitamente en aquellos regios aposentos cubiertos de damascos, terciopelos, mármoles y oro. Al verlo marchar sobre aquellas ricas alfombras sin demostrar curiosidad alguna, sereno y apacible el semblante, y sin despegar sus labios purpurinos sino para sonreírse cuando la duquesa lo miraba, nadie hubiera sospechado q aquel niño había pensado sus días errante por los bosques, y sus noches bajo el ahumado techo de los caseríos vascongados. Esta circunstancia no pasó desapercibida para la duquesa, en cuyo corazón comenzó a brillar un rayo de esperanza.

Apenas la duquesa entro en el aposento, levantose el duque, y saliéndola al encuentro, le dijo tristemente:

-Señora perdonamos todo esperanza: nuestra querida hija se muere sin remedio.

-¡Oh! Callad, amigo mío, ¿Quién sabe si aún..?

-No abriguéis esperanza alguna, repuso el duque-: se muere, señora, se muere.

La duquesa miro a Izar, q se mantenía detrás de ella, y vio q el niño había fijado la vista en el duque sonriéndose.

-Cualquiera q tú seas –exclamó tomándole la mano y acercándolo hacia sí-; ¿es verdad q curarás a mi hija?

-A eso he venido. –contesto Izar tranquilamente.

-Ya lo veis –dijo la duquesa a su marido-;aún nos queda una esperanza.

-¿Quién es este niño?-pregunto el duque admirado.

-Lo ignoro. Al volver del templo lo encontré, y suplicándole rogase a Dios por mi hija, me contestó q venía a salvarla.

-Será cierto?-exclamó el duque.

-es la verdad- dijo Izar.

-¿Quién eres?-replico el duque-;¿acaso algún ángel de Dios te envía para nuestro consuelo?

-Soy un pobre huérfano, señor.

-De donde vienes?

-De un País muy lejano.

-¿A curar a mi hija?

-Ese es el único objeto de mi viaje, q ha durado más de un mes.

Todos los circunstantes lanzaron una exclamación de asombro. Pasose el duque la mano por la frente como un hombre q se decide a adoptar una resolución importante, y dirigiéndose a la alcoba en donde yacía su hija inerte y moribunda, hizo seña a Izar para q se acercara.

Las extraordinarias respuestas del niño excitaron en sumo grado la curiosidad de cuantos presenciaban aquella escena, y agolpándose en la puerta de la alcoba.

Izar se acercó al lecho y contempló silenciosamente a la princesa, q apenas daba señales de vida-

-He aquí la enferma, ¿Podrás curarla? –le dijo el duque.

Izar nada respondió; seguía contemplándola silenciosamente.

Al fin murmuró en voz baja:

-Esta es la flor destinada a marchitarse paulatinamente.

La ansiedad era general. De repente todos los circunstantes lanzaron la exclamación de júbilo. La princesa se había sonreído, había dado las primeras señales de vida después de un mes.

La duquesa, por un brusco movimiento, se hinco de rodillas delante del niño, y con una mirada imposible de definir y una voz q hizo estremecer a los circunstantes, gritó:

-¡Oh! En el nombre de Dios, salva a mi Sofía.

-Levanta pobre madre atribulada –contestó Izar con gravedad-, he venido a curar a tu hija y la curaré. -¿lo oyes, hija mía? –dijo la duquesa apretando contra sus labios la mano helada de la princesa-. Este niño viene a salvarte.

-Si Sofía-añadió Izar-. Tu madre dice la verdad.

Entonces la enferma fijó su apagada mirada en el niño, sonriéndose dulcemente y le tendió la mano.

El asombro había llegado a su colmo. Entonces el duque, colocando ambas manos sobre la cabeza del niño, exclamó con acento solemne:

-Yo juro por mi gran corono ducal, q si la salvas serás su hermano.

Izar dio las gracias con un movimiento con la cabeza y salió del aposento suplicando q nadie le siguiera. Todos los cortesanos le abrieron paso respetuosamente, y le dejaron marchar.

El niño bajó a los jardines; registró los rincones más apartados; descubrió la estatua derribada; la separó a duras penas del sitio q ocupaba, y vio al fin el asqueroso sapo, q lo miraba fijamente con sus ojos saltones y vidriosos. Izar puso el pie sobre el sapo y lo aplastó. Hecho esto volvió al cuarto de la enferma, en donde se hallaban reunidos todos los dependientes de palacio, inquietos aún por su tardanza.

Cuando oyeron crujir la seda del tapiz q cubría la puerta, una expresión de alegría asomó al semblante de todos…  esperaban al misterioso niño, y el niño apareció tranquilo y sereno como siempre.

-¿Y bien? –preguntó la duquesa con ansiedad. Izar se acercó al lecho de la enferma.

-¡Sofía! ¡Hermana! ¿Me oyes? –le preguntó.

-Sí –contestó la princesa llenando de admiración a todos los presentes-. ¡OH! Ya no siento aquel peso aquí…aquí…aquí…en el pecho.

-Bendito seáis, Dios mío –exclamó la duquesa vertiendo lágrimas de alegría-; mi Sofía se a salvado.

-Ya oyes lo q dice tu madre, hermana mía. Levántate ya estas curada.

La princesa se incorporó en el lecho lentamente; lentamente miró a todas partes, restregase los ojos y dijo sonriéndose:

-Si, ya estoy buena.

Entonces el duque, abrazando a Izar exclamó:

 

-En el nombre de Dios adopto por hijo este huérfano q ha derramado la felicidad en mi familia. ¿Consentís duquesa?

Por toda respuesta, la pobre señora se arrodillo delante del niño, diciéndole:

-Hijo mío, bendice a tu madre.

La fama de este suceso maravilloso se entendió en breve por toda Italia, atravesó luego los Alpes y sirvió de materia para q los provenzales improvisadores lo narrasen en sentidas trovas. De estos pasó a los bardos vascongados: de manera q, en las montañas q tuvo principio este acontecimiento, ya nadie lo ignoraba 4 meses después.

Dijimos al principio de esta narración, q Lañoa, después de haber derribado a su hermano se había puesto en marcha, a pesar de la espesa niebla. Al poco tiempo, conoció q Izar no le seguía y se paro; viendo q tardaba en reunírsele, empezó a inquietarse y lo llamó a voces; pero fue en vano.

Entre las diferentes propiedades de una niebla densa, la más notable es la de q apaga los sonidos de manera q apenas pueden oírse dos personas muy próximas.

Viendo, pues, Lañoa, la inutilidad de sus gritos por el silencio q reinaba, se alarmó de veras y volvió al sitio donde se había separado de su hermano. Pero el niño ya había desaparecido, y entonces se apodero de el la mas violente desesperación. Lloró amargamente a su hermano abandonado; su imaginación ardiente se lo presentó moribundo de frío y hambre, implorando su socorro y echándole en cara su ingratitud y dureza; y el pobre Lañoa se desesperaba, corría de aquí para allí llamándole con gritos furiosos, se arrojaba al suelo y se mesaba los cabellos… pero sin ningún resultado favorable.

Pasó toda sentado en un peñasco, devorado por la fiebre y el remordimiento, recorrió el día inmediato todas las montañas vecinas, y no encontrando rastro ni vestigio alguno, se apoderó de el una profunda melancolía y desde entonces no se le oyó cantar ninguna balada. Tornose huraño y salvaje; y huía de las gentes, y, ¡desgraciado del q se atraviese a pedirle nuevas de Izar! Cinco meses hacía q se le veía vagar solitario por los bosques, y los pastores comenzaron a sospechar q hubiese cometido el crimen de Caín. Pero apenas empezaron a esparcirse estas sospechas, cuando ya se cantaba en buenos versos vascongados la maravillosa historia de Izar el misterioso y la bella Sofía. La balada era una relación exacta de todos los hechos acaecidos desde la separación de los dos hermanos, has la adopción del huérfano por el gran duque.

No tardó Lañoa en saber este acontecimiento q colmó su corazón de alegría, aliviándolo de un gran peso. Seguía solicitó a los q la cantaban y suplicaba humildemente se la repitiesen una vez concluida. Su carácter cambió de súbito y se hizo humano y tratable.

Entretanto las pompas de la primavera habían sucedido a la desnudez del invierno; las suaves y perfumadas auras de abril a los violentos huracanes de diciembre. Las montañas ataviadas con sus verdes galas, y los pajarillos saludaban con sus alegres trinos la vuelta de la estación de sus amores.

Solo el Aquelarre permanecía triste y sombrío como siempre.

Diríase q, la envidiosa de la alegría general de la naturaleza, aquella montaña maldita se complacía en entristecer el risueño panorama, mostrando su faz ceñuda, q formaba un extraño contraste con el bullicioso y festivo movimiento de las demás montañas.

Ningún pájaro cantaba en su enramada, ningún cervatillo triscaba en su espesura. Todo era soledad, todo silencio.

Un anochecer, sin embargo, los pastores de los valles divisaron con asombro y terror, q por la solitaria meseta del Aquelarre se paseaba una forma humana. Herida ésta por los rayos oblicuos del sol en su ocaso, adquiera proporciones gigantescas. Al lado de esta figura se veía otra igual q seguía fielmente sus movimientos.

Esto no era más q un simple efecto de óptica, fenómeno asaz común en aquellas elevadas regiones, donde los objetos adquieren dimensiones colosales, merced a la refracción de los rayos solares al atravesar sutiles capas de vapores.

Pero aquellos sencillos pastores ignoraban todo esto, y solo veían en aquel fenómeno un motivo para ponerse en salvo. Así es q, temerosos de q los sorprendiesen la noche en las inmediaciones de la montaña maldita, en la cual, según ellos, se preparaba algún acontecimiento siniestro y de mal agüero, se daban prisa a recoger su ganado y a encerrarse en sus chozas.

La figura humana q se paseaba en la cumbre del Aquelarre era Lañoa el solitario.

Desde q oyó la balada en q se narraba la historia de su hermano, le acometieron vivos deseos de marchar a verlo; pero su orgullo se resistía, y para engañarse a si mismo con respecto a la pasión q lo hacía obrar, decíase:   

-No, no; le abandoné cruelmente cuando era pobre y débil; no debo ir a buscarlo ahora q es rico y poderoso. Cuando, como él, haya llevado a cabo una acción generosa, iré a su presencia y le pediré perdón… y el me perdonará… ¡es tan bueno! Subamos pues a la montaña maldita; sorprendamos algún secreto en el conventículo y obraremos.

Menester era q el q abrigase semejante pensamiento y tratase de llevarlo a cabo, estuviese dotado de un valor sobrenatural, de una firmeza de carácter a toda prueba, y Lañoa el audaz, altanero, poseía estas cualidades en alto grado. Otro móvil había además q lo impulsaba. Este era su orgullo.

¡Como! Se decía, ¿seré yo menos q mi hermano? ¿El tan débil, yo tan fuerte y robusto? ¿El tan dulce y pusilánime, yo tan altivo y valiente? No, no subiré al Aquelarre y arrancaré, si es necesario, sus cuernos al demonio.

Y, abismado en estos pensamientos, subió la áspera montaña decidido a desafiar cuantos peligros se le presentasen, y lograr su fin a toda costa. La noche iba acercándose, y Lañoa, siguiendo fielmente lo q la balada relataba, se metió en el hueco del árbol.

Casualmente era un sábado, y por consiguiente, aquella noche debía reunirse el conventículo. En efecto, a eso de la media noche empezó Lañoa a percibir aquel ruido extraño e incesante q se aproximaba cada vez más. Su naturaleza comenzó a flaquear cuando divisó aquellas larguísimas hileras de fantásticas sombras q se dirigían al sitio donde se encontraba.

Un sudor frío corría de su frente, cuando las sombras se saludaron entre sí y formaron el confuso remolino q tanto había chocado a Izar. Los gritos y carcajadas de las brujas aumentaron su terror, y cuando al fin las vio descender a la pradera, cuando pudo distinguir sus repugnantes figuras, el pobre comenzó a temblar. Empezaron las brujas sus danzas singulares, y Lañoa estaba ya pesaroso de haber prestado oído a los consejos del orgullo.

Pero ya el mal estaba hecho y no había remedio. Decidiose, pues, a sufrir las consecuencias de su falta, y, más tranquilo, espero el desenlace de la temeraria empresa.

No se hizo esperar mucho tiempo. Una horrorosa detonación hizo estremecerse a las montañas en su base, y poco a poco apareció el trono de ébano, y sentada en el, la figura más horrible q jamás vieron ojos humanos.

La cabeza del príncipe de las tinieblas era enorme, sus ojos, desmesuradamente abiertos, se parecían al cráter candente de un volcán; orejas de un tamaño no conocido pendiente hasta los hombros, y su boca desprovista de labios, saltan bocanadas de humo denso, a cuyo través se divisaban de vez en cuando largas filas de dientes amarillos y agudísimos. Sus pies y manos mostraban uñas afiladas, encorvadas y largas. El resto del cuerpo correspondía  a la fealdad del semblante.

Dirigió su sañuda mirada por la numerosa reunión, q aguardaba temblando las órdenes de su soberano infernal, y luego corrió con voz cavernosa:

-¡Bazzoti! ¡Bazzoti!

Una de las brujas, q se hallaba confundida con las demás, se colocó al frente del trono de ébano.

-¡ah! ¡Ah! –Exclamó el genio del mal-. ¿Qué se hicieron tus promesas, maldita?

-No pudieron cumplirse –contestó temblando la bruja.

-Ya; la princesa sanó, y sus padres, lejos de pensar en suicidarse, adoran más y más a mi mortal enemiga.

- ¡Señor! –murmuró la bruja medio muerta de terror.

- Cállate – replicó el diablo-; y ya que para nada me sirves en este mundo, ve a esperarme en el otro.

Dicho esto, hirió el suelo con su garra y la bruja desapareció en la sima que se abrió a sus pies.

Las demás bajaron la cabeza hasta la tierra y permanecieron en silencio.

-Ahora – añadió-, registrad el árbol.

Lañoa tembló de pies a cabeza al escuchar aquella orden, y se creyó perdido.

Bien pronto se vio agarrado por una multitud de brujas que le atenazaban los miembros, y que con satánicas risas lo llevaron ante el trono del príncipe infernal.

-       ¡Hola!, ¡hola! Aquí tenemos a lo que parece otro curioso –exclamó haciendo una mueva horrible-. Acércate, profano, acércate.

Lañoa, en aquella terrible situación, hizo un esfuerzo sobrenatural, y dio a su semblante un aire de sarcástica burla.

-¡Oh!, parece que no nos tienes miedo –prosiguió Luzbel rechinando los dientes.

Lañoa, por toda respuesta, se encogió de hombros.

Terrible era la lucha que se preparaba entre aquel niño sin más apoyo que su carácter de hierro, y Luzbel armado con todo el poder del infierno.

-¿Qué hacías escondido en ese árbol? –le preguntó, después de contemplarlo largo rato.

-Burlarme de ti –contestó Lañoa riéndose.

-¡Profanación! –gritaron las brujas.

-¡Silencio!, ¡silencio! –dijo Satán, y las brujas se callaron.

-¿Con que te burlabas de mí? –volvió a preguntar después de un momento de silencio.

-Sí, a fe.

-¿Te parece que ha podido jactarse nadie de haberse burlado de mi impunemente?

-Sí; puesto que mi hermano lo ha hecho ya con buen éxito.

-¡Oh!, ¡oh! ¿Según eso, eres hermano del que ha salvado a la princesa italiana?

Lañoa contestó.

-Responde, maldito –le dijo la bruja más inmediata.

Lañoa agarró por los cabellos y la tiró al suelo; puso el pie sobre su garganta, cruzase de brazos y miró fijamente a Satán.

Éste quedó estupefacto al ver aquella rápida acción, y al notar la serenidad inalterable del niño.

-Por el infierno, joven –le dijo al fin -; me vas interesando.

-Pues yo, te desprecio –le contestó Lañoa.

-¿Me desprecias?

-Sí.

-¡Bah! Eso dices porque no me conoces.

El niño frunció el labio superior en señal de soberano desdén.

-Acércate y toca esta mano, si te atreves –añadió, alargando su mano armada de aceradas uñas.

Lañoa rechazó con el pie el cuerpo asqueroso de la bruja, y cogió impávido la mano de Satán.

-¿Quema? –le preguntó éste.

-No lo siento –contestó Lañoa con indiferencia.

Y el niño tenía tostada la piel al contacto de aquella mano abrasadora.

-Es extraño –murmuró Luzbel.

-Ya ves que no te temo –le dijo Lañoa.

-Lo confieso –contestó aquél, soltando la mano casi carbonizada del adolescente -: pero eso no prueba que me desprecies.

-¿Quieres una prueba? –preguntó Lañoa con arrogancia.

-¿A ver?

-Ahí la tienes –dijo el joven, escupiendo al rostro de Luzbel.

Describir aquí la expresión de rabia infernal que apareció en el monstruoso semblante de Satán, no es dado a pluma humana. Lanzó un rugido, en cuya comparación la violenta erupción de un volcán es una suave melodía, y alzándose airado de su trono, cogió al niño entre sus garras y lo lanzó como una catapulta al precipicio que está situado a más de una legua de distancia.

El cuerpo de Lañoa se hizo pedazos, y su alma obtuvo gracia en el cielo.

Desde entonces, el citado precipicio es conocido en la comarca con el nombre de Infernu erreka, y los pastores aseguran que a la media noche de todos los sábados, excepto de Resurrección, se oye un quejido lastimero y un ruido semejante al que produce un cuerpo blando y pesado al caer.

Hola bienvenidos a mi tercer viaje. Este fue inolvidable como los otros dos anteriores, aunque si tengo que elegir me quedo con los tres, jeje. Bueno esta vez elegí Álava, por dos razones, hay dos dólmenes muy bonitos a los que visitarlos para mí era necesario, ya que cuentan con una gran belleza. El entorno en el que se encuentran es muy bonito en cualquiera de los dos.

 

AGURAIN-SALVATIERRA

Como índica el título el dolmen está situado en una llanura a medio kilómetro del núcleo de Arrizala, en Agurain-Salvatierra y el dolmen se llama Sorginetxe o Casa de la bruja, como se prefiera.

Cuentan las leyendas que fue construido por los gentiles, trayendo las piedras desde la peña de Astokolarri, otros que fueron las brujas o sorgiñak, que vivían en Lezao, en una caverna. Se dice que estas trajeron las piedras de una en una sobre sus cabezas para poder forman este monumento, a la misma vez que hilaban. Pero otros dicen que fue una lamia. Que cada una elija lo que más le guste.

 

  De todas maneras existe o existía un manuscrito que data de entre 1870-1874 de un tal Federico Baraibar que dice los siguiente: "La Caseta de las Brujas"- Esta entre Arrizaga y Eguileor, camino de Salvatierra, hay tres grandes piedras, dos en pie y una atravesada, que, según indicaciones que me han hecho, es de suponer que sea un trilito celta. Las gentes del país dicen que lo construyeron las brujas bajando las rocas en las puntas de sus ruecas durante la noche." No sé si este manuscrito puede haberte aclarado algo.

Como podéis comprobar es un dolmen muy bonito, las vistas son preciosas y además esta lleno de misterio, por que nunca sabremos como estas piedras llegaron aquí, y como consiguen mantenerse en pie desde hace más de  140 años.

LA TXABOLA DE LA HECHICERA

Bueno sigamos para no romper la magia y como segundo lugar me quedé de nuevo en Álava, me dirigí a un pueblo llamado ELVILLAR, donde podemos encontrar  a las afueras de esta población un precioso dolmen conocido como "La Txabola de la Hechicera".

Es un dolmen muy especial ya que tiene una cavidad más amplia que el anterior, es como una caseta pero echa en piedra, con un pasillo para poder entrar.

Cuentan las leyendas que en la antigüedad vivió una bruja en su interior, o tal vez alguna curandera. De su construcción no he hallado ningún dato.

El dolmen esta formado por ocho grandes losas, una mide tres metros de altura por dos de ancho y cuarenta centímetros de grosor, sin contar las pequeñas que hacen a modo de pasillo.

Sin duda alguna dos lugares a los que hay que visitar, ya que tienen una gran belleza y mucha magia. Os los recomiendo.

DOLMEN DEL SOTILLO

Para finalizar quería dejaros estas dos fotos de un medio dolmen, como veis en la foto, ya que estaba medio o entero derruido. Lo encontré entre Elvillar y el Puerto de Herrera, sin querer además, buscando un sitio donde reponer fuerzas y descansar. El Dolmen o lo que queda de él se llama Dolmen del Sotillo.

 

 

Como veis tiene un pasillo de entrada y las piedras de los costados todavía consiguen mantenerse en pie.

CUEVAS DE BALTZOLA

Hola Bienvenidos a mi 4º viaje, lo realicé en el año 2004 pero las fotos no quedaron tan bien como me esperaba, así este pasado mes de agosto de 2010, volví a ellas.

 

Estas cuevas son muy bonitas, además antes de llegar a ellas podemos admirar en la subida el puente de los Gentiles o Jentilzubi. Cuenta la leyenda que los gentiles paganos construyeron este puente tirando las piedras más grandes que encontraban desde lo alto del monte, para poder acceder a los pueblos de los humanos.

Si os fijáis en la es la parte de abajo del puente, excavada en la roca hay unos agujeros caprichosos que parecen formar en ella una cara, con sus ojos, nariz y boca.

El acceso a esta cueva está un tanto escondida, pero es muy bonita, ya que cuando atraviesas la espesura del monte llegas hasta aquí y puedes entrar en ella a través de este pequeño hueco. Desde aquí se accede a la cueva más grande donde puedes encontrar a escaladores de distintos lugares del mundo.

 

APUNTE

Aquí os dejo este descripción sacada de:

http://www.elcorreo.com/vizcaya/ocio/rutas/mayo2008/bargondia.html

Para que todo el que quiera ir siga este cuaderno de ruta, ya que esta muy bien explicado y las cuevas son un poco laberinto.

El monte Bargondia es precioso en otoño. Nos disponemos a visitarlo ahora en primavera, tras las fuertes lluvias que han recrecido los modestos riachuelos. Este es el caso del Baltzola, cuyo curso ha excavado a lo largo de miles de años el curioso túnel de Abaro, que atravesaremos en este recorrido. Para ello, desde Dima subimos hasta la ermita de San Francisco de Olabarri. Párking junto a unos caseríos. Cruzamos el río Indusi y por carretera llegamos al caserío Gibeldar, acceso al barranco del arroyo Baltzola.

Dejamos a la derecha el yacimiento arqueológico de Axlor, que fuera investigado por el Padre Barandiarán en 1932. La senda atraviesa el riachuelo y sube al puente de roca denominado Jentilzubi. La leyenda asegura que fue construido por los paganos 'gentiles' (0h.10'). Cercana queda la cueva de Baltzola, cuya surgencia apreciamos al fondo.

Para llegar a ella, abandonamos el camino poco después del puente, y nos dirigimos a su boca por una estrecha senda. En la cueva no hay que olvidar las linternas y exige un mínimo de precaución. Al principio hay un paso un poco arriesgado, una placa junto a un agujero natural que cae sobre un zócalo inferior. Con cuidado para no resbalar buscamos el mejor camino, sencillo, sin acercarnos a una galería que forma un pasillo que queda a nuestra derecha. Tras un centenar de metros se aprecia la otra boca de la cueva. Por ella penetra la luz solar.

La cueva se ensancha y deja a la derecha otra gran boca. Al salir de la cueva descubriremos cómo el riachuelo Baltzola se filtra (0h.30') y desaparece, pero antes ha atravesado el cercano túnel de roca de Abaro, nuestro siguiente objetivo. No siempre es fácil atravesarlo sin mojarse. Al final del mismo se descubre una gigantesca abertura de acceso. En ese punto el riachuelo llega al túnel formando cascadas (0h.40').

Tras atravesar el túnel, accedemos a un tranquilo vallecito. Sin apenas salvar desnivel, cruzamos el riachuelo por el mejor sitio posible para acceder a una ancha pista que nos conducirá a los caseríos del barrio de Baltzola.

Tras atravesar el barrio se sale a una carretera para llegar a la ermita de San Lorenzo (0h.55'). Al otro lado de la carretera, una pista se interna en un pinar. Hay que continuar por ahí hasta que dicha pista comienza a descender. En ese momento nos desviamos a la derecha por una senda casi imperceptible, monte arriba. Poco después se abandona la senda para coronar Baltzolamendi, aunque por la cerrada vegetación conviene regresar a la senda. Bordea la vertiente norte y se dirige al collado que la separa de Bargondia.

Desde el collado, una empinada senda conduce a la rocosa y aérea cima. Coronada por dos buzones (1h.25'). Abajo queda el barrio de Bargondia. Extenso panorama sobre Vizcaya. Regresamos sobre nuestros pasos hasta alcanzar el párking de Indusi (2h.35').

Que lo disfrutéis, si vas mándame tus fotos

 

Entre Mundos.

 

 

 

 

 

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